2011-05-09

40 años

No sé qué hacer, no sé que decir. Los días de vino y rosas me trajeron resaca y espinas. Ahora tengo las cosas cada vez más claras, pero al mismo tiempo un dolor me recorre la espina dorsal.

He sido muy afortunado. A mis 40 años he cometido tantos errores que me parece increíble estar en la situación en la que me hallo, limpio y sin secuelas graves; mi situación económica es envidiable, a pesar de estar sin trabajo; no me costará mucho encontrar uno. Sin problemas con la justicia, a pesar de las burradas que he hecho no tengo antecedentes penales, hasta tengo los 14 puntos del carnet de conducir. Amigos no me faltan, amigas tampoco; y de los de verdad. Además los malos tiempos, esos que quedan atrás, sin duda me han servido para saber quién merece la pena y quién no; quién me reía las gracias mientras murmuraba a mis espaldas, y quién me aconsejaba correctamente. He llevado una doble vida, mostrando una cara a unos y otra a otros. En la buena vida he visto mucha hipocresía, pero también he encontrado cariño en mis peores momentos. En la mala vida hay, como en todos los sitios, buena y mala gente. Y continuamente hay gente entrando y saliendo de una para entrar en otra, encima coincide que tengo amigos haciendo el mismo viaje que yo, saliendo de las tinieblas y buscando la luz así que no tengo que hacer sólo el camino. Lo dicho, soy muy afortunado.

En cierto sentido me siento poderoso. Capaz de todo, con nuevos proyectos, nuevas ilusiones, nuevos mundos por explorar, cielos que sobrevolar. Y al mismo tiempo la persona que más deseo tener a mi lado se ha apartado de mí como si fuese un apestado. Eso me provoca mucho dolor. Pero no me voy a dar por vencido. Esa persona se merece alguien realmente especial, alguien que la haga feliz, alguien que la haga sonreir, alguien que esté a su lado en los momentos buenos pero sobre todo en los malos. Alguien que le dé lo que ella desea, por que sus deseos son órdenes para el elegido. Ojalá fuese yo el elegido. Entonces sí que sería plenamente afortunado. Pero ahora no soy digno de que entre en mi casa. Te prometo trabajar duro para serlo. Te quiero.

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