2011-02-25

El castillo de naipes

No se supo por qué, pero no cayó aquel castillo de naipes. Fue construido al abrigo de lo que quedaba de un viejo convento, esto es, tres paredes sostenidas a duras penas por unos arbotantes, y abandonado precipitadamente por parte de su constructor, al que alertaron los ladridos de los perros. De nuevo huyendo, de nuevo la ley siguiéndole los talones. Con el atardecer vino un fuerte vendaval. Sin embargo, esa precaria ruina le sirvió de refugio a la baraja hasta que la tormenta amainó. El viento sopló y sopló, pero todos aguantaron firmes en su puesto, desde el rey de picas hasta el dos de clubs. Y luego, con la última brisa del amanecer procedente de la montaña cercana, el castillo se deshizo y se puso a tomar el sol. Eso sí, toda ella arrepanchingada y desordenada. Ya no era un castillo, y sin embargo seguía siendo lo mismo, en esencia, una baraja casi sin estrenar.